¿Por qué no crezco en mi santificación?
Durante los años que, por gracia, el Señor me ha permitido discipular y aconsejar a hermanas de diferentes edades en distintos contextos culturales, la pregunta que lleva el título de este artículo ha sido constante al caminar juntas.
“La palabra santidad no es muy popular debido a la influencia que el mundo está teniendo en la vida del creyente”
La palabra santidad no es muy popular debido a la influencia que el mundo está teniendo en la vida del creyente. En un mundo donde cada vez vemos en aumento la violación de los mandatos del Señor, como creyentes, somos también afectados por este bombardeó que no para día a día por el mundo. Las personas buscan su identidad de diferentes maneras.
Ahora bien, si tomamos en cuenta la tendencia que existe en los seres humanos de apegarse a los que el mundo propone, nuestras vidas deben estar enfocadas en mayor medida en nuestra identidad en Cristo y también, en procurar vivir conforme el evangelio que predicamos.
Quisiera compartir contigo algunas de las formas que nos ayudan a crecer en nuestra santificación.
1) Recordar el evangelio cada día:
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, pero El Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros
Isaías 53:6
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.
2 Corintios 5:21
Hay dos aspectos importantes a considerar a la luz de estos versículos: (1) la sustitución y (2) la justificación. Debemos vivir cada día recordando que la aceptación que El Padre nos dio fue por medio de Su Hijo: quién no peco, derramó su sangre en la cruz del Calvario y por eso, somos justos por medio de Él. Nuestra aceptación no está fundamentada en lo que hacemos sino en lo que somos en Cristo.
Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20
Nuestra vida le pertenece a Cristo y, por lo tanto, debemos vivirla de manera que le agrade. Note como Jesús se dirige a la gente con respecto al evangelio en Marcos 1:15 (LBLA) y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
2) Meditar en la Palabra cada día.
“Es muy importante tener en cuenta que todo lo que veamos y escuchemos, aun las cinco personas más cercanas a nosotros serán una influencia notable en nuestras vidas”
La única manera de contrarrestar todo aquello que no esté de acuerdo a la Palabra es meditando en ella ya que es en la mente donde la batalla se pierde o se gana.
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente
Romanos 12:2
Por lo tanto, hay que someter cada pensamiento a Cristo ya que una mente enlodazada por la carne no puede tener pensamientos santos. La única manera de destruir pensamientos pecaminosos es con la Palabra.
Destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo, que se levanta contra el conocimiento de Dios y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo
2 Corintios 10:5
La mente nos lleva a pecar y nos aparta de la santificación. De allí, la importancia de que la Palabra, la lampara en nuestras vidas, sea el objeto de nuestra meditación una prioridad día a día en nuestras vidas. Como nos dice el salmista: “Sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche” Salmo 1:2 (LBLA)
La Palabra de Dios descubre nuestro corazón pecaminoso. Jesús dijo en Juan 17:17 (LBLA): Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. De manera que la Palabra tiene un efecto santificador en nuestra vida.
3) La oración:
La oración nos conduce a caminar en el centro de la voluntad de Dios y tenemos como ejemplo la oración que Jesús nos dejó, el Padrenuestro, (Mateo 6:9-13) y cuando estaba en la hora más difícil en Getsemaní (Lucas 22:42), allí oraba.
La Palabra nos dice que somos llamadas orar sin cesar (1 Tes. 5:17). Dios nos llama en cada situación a enfrentarla con oración, lo cual demuestra nuestra total dependencia de Él (Efesios 6:18). Debemos perseverar día a día con una mente que siempre esté dispuesta a estar enfocada en Dios (Col 4:2). Aun en los tiempos de aflicción, Jesús nos modela en Mateo 26:38-39 “Entonces les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo”.
En cada tiempo de nuestra vida, la oración debe ser algo intencional y fundamental. Si somos conscientes que necesitamos estar dependientes del Señor en cada aspecto de nuestra vida, nuestra santificación progresiva ira en aumento.
4) Rendición de Cuentas:
Aunque en la Palabra de Dios no encontramos esta frase sobre rendir cuentas, sí podemos encontrar principios sobre lo que es el discipulado y el mayor ejemplo nos lo dio Jesús. Jesús, durante sus tres años de ministerio, escogió a doce discípulos, quienes tenían una relación que la podríamos comparar a lo que vivimos en nuestras iglesias locales. Compartían mucho tiempo juntos en los cuales eran enseñados por nuestro Señor.
Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado. Y Él les dijo: Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco..)
Marcos 6:30-32a
Aquí, podemos ver cómo Jesús invirtió tiempo en los discípulos, cada uno con sus luchas pecaminosas, pero apuntándoles a su crecimiento espiritual. A lo largo de la Biblia, tenemos versículos que nos exhortan a la enseñanza unos a otros (Romanos 15:14), al amor entre hermanos (1 Juan 3:11), consejos con sabiduría unos a otros ( Col 3:16), sobre confesión de pecados (Stg. 5:16) y la exhortación mutua (Hebreos 3:13)
El Señor nos ha llamado a vivir en comunidad para poder crecer espiritualmente, como escribe el salmista, “El hierro con hierro se afila, y un hombre aguza a otro” Proverbios 27:17 (LBLA). Todo esto es parte de nuestra rendición de cuentas.
Mi oración para ti y para mí, es que cada día vengamos ante el trono de la gracia orando el Salmo 51:10 “Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi”. Esa es una actitud que demuestra la debida humildad y dependencia para experimentar un crecimiento en nuestra santificación.
(Este artículo fue publicado originalmente en Soldados de Jesucristo)