A los pies del Señor
Estar a los pies del Señor es cultivar un corazón dispuesto a tener una relación de conocerle más.
Estar a los pies del Señor es cultivar un corazón dispuesto a tener una relación de conocerle más.
En cada momento, la oración debe ser el motor de nuestra vida. Si vivimos cada día conscientes de nuestra necesidad del Señor, aprenderemos a llevar vidas que dependan de Él y lo busquen sin cesar en oración.
Te exhorto a que en este nuevo año podamos cada día adorar con nuestras vidas al Rey de reyes, Señor de señores. Que compartamos las Buenas Nuevas de Salvación con toda persona sin importar de dónde vengan, o lo que practiquen.
¡Qué gran siervo es este Cristo de la promesa de Isaías, qué maravilloso es Cristo, el que vive y reina para siempre! Al pensar en esta gran promesa y al pensar en Cristo, cómo no regocijarnos, especialmente en estos días cuando celebramos, su nacimiento.
En medio de sus planes, cuando permite el sufrimiento es llevarnos más hacia la santidad y al cumplimiento de sus propósitos en nuestra vida.
Que la vida de esta mujer nos enseñe a ver la benevolencia del Señor hacia mujeres rechazadas por su origen de nacimiento y el pecado en ellas. Hay esperanza en nuestras vidas cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador.
Una de las cosas más seguras en nuestra vida cristiana es que llegaran todo tipos de sufrimientos, dolor (por nuestros pecados y los de otros), enfermedades, malentendidos y traiciones. Cosas que el Señor permite que pasen en nuestras vidas para hacernos crecer.
Para aquellas que hemos entregado nuestra vida a Jesucristo el temor tiene otro significado, más grande y más maravilloso. Temer al Señor es llevar una vida de reverencia y obediencia delante de Él.
El hombre y la mujer son distintos en el sentido funcional. Dios diseñó al hombre y a la mujer con diferentes funciones, pero con el objetivo de complementarse. Podemos verlo en el diseño anatómico y mental. También sus mentes y cuerpos al estar diseñados de diferentes forma llevan a cabo diferentes labores. La Palabra nos enseña cómo el hombre y la mujer tienen diferentes roles dentro del hogar, la iglesia y la sociedad.
Desde el principio, Dios diseñó a la mujer para ser ayuda idónea –Ezer en hebreo–. Contrario a lo que muchas mujeres creen, el ser ayuda idónea no vino con la caída: fue el diseño original de Dios el que fuéramos la ayuda del hombre. De hecho, Él formó a la mujer del hombre (Génesis 2:22, 1 Corintios 11:8-9). Sin embargo, sin la mujer, el hombre en su perfección estaba incompleto. Fuimos creadas para completarlos, no para competir y tener una “realización personal” a la par con ellos.